¿Será el fin del dinero en efectivo?

Recientemente no deja de comentarse que el uso del dinero en efectivo puede haber llegado a su fin, sin ir más lejos, se presentó en el Congreso de los Diputados una Proposición No de Ley para abogar por la eliminación gradual del dinero en efectivo. Esta situación tendría algunas ventajas, pero también generaría controversia y plantearía algunos problemas.

 

Prácticamente desde el origen de la civilización el dinero en efectivo ha sido el medio de pago por excelencia, pero hoy en día existen muchas alternativas: tarjetas de crédito y debito, transferencias, sistemas de pago a través del móvil o plataformas como Paypal permiten abonar o transferir dinero de múltiples maneras, y no podemos olvidar las criptomonedas que, de alguna manera, pretenden sustituirlo.

 

Hoy en día, para muchas personas, el dinero en efectivo aun representa la primera opción a la hora de pagar, y prefieren sacar dinero a través de cajeros automáticos y abonar sus cuentas con efectivo. A pesar de eso, el uso del dinero electrónico está ganando la batalla, según muestran los siguientes datos: en 2008 llegó a haber más de 62.000 cajeros en España, mientras que, a finales de 2019, apenas se alcanzaba la cifra de 50.000. Durante ese mismo período, la cifra de TPV se ha incrementado en unos 400.000, pasando de 1,5 a 1,9 millones.

 

Desde 2016, el importe de las operaciones con tarjeta supera a las retiradas de dinero en los cajeros, además cada día que pasa esa diferencia se hace cada vez mayor. Con la crisis del Coronavirus, esa diferencia ha ido creciendo cada vez más, no solo el importe, sino también el número de operaciones realizadas con tarjeta.

 

Ventajas de la desaparición del dinero en efectivo

 

 

El pago mediante medios electrónicos representa diversas ventajas, algunas son:

 

  • La mas evidente es que elimina el coste de producción, mantenimiento, transporte y custodia del dinero físico. Conviene recordar, aunque resulte paradójico, que el coste de producir las monedas de 1 céntimo de euro supera a su propio valor (1,65 céntimos). Si hablamos de billetes, estos llevan asociados muchos elementos de seguridad, además de un mayor coste para su cuidado y obligan a una mayor reposición. Un estudio calculó que en Europa el coste de producir y mantener el dinero en efectivo se situaría en unos 200 euros por persona y año.

 

  • Permitiría un mayor control de la política monetaria, puesto que los bancos centrales podrían jugar más con los tipos de interés para promover la inversión o el ahorro. Esto seria posible ya que al dinero en efectivo no se le pueden imponer tasas de interés negativas, pero al que está depositado en un banco sí.

 

  • Desaparición de una parte importante de la economía sumergida, al no poderse realizar de manera sencilla pagos sin ser controlados por el sistema.

 

  • Mayor rapidez en las transacciones, no hay que contar el dinero, ni esperar cambios.

 

  • Reducción de los robos, tanto a personas físicas como a las propias entidades bancarias (habría que reforzar la ciberseguridad).

 

  • Minimización del riesgo de contagio/pánico bancario, en caso de que alguna entidad bancaria tuviera puesto que no se podría retirar el dinero en metálico.

 

  • Reducción de las posibilidades de contagio de una enfermedad al reducir el contacto, punto que hemos aprendido durante estos tiempos de pandemia.

 

Inconvenientes para la desaparición del dinero en efectivo

 

 

A pesar de las múltiples ventajas que puede suponer su eliminación, existen varios factores que dificultan su implementación o la hacen inviable hoy en día, como son:

 

  • El uso de la tecnología asociada al dinero electrónico podría dejar fuera a algunas personas, ya sea por no tener acceso o, en el mayor de los casos, por no saber utilizarla (el uso de efectivo es superior en las personas de mayor edad, ya que no han podido acceder a la tecnología de la misma manera que los jóvenes). Por otro lado, la ausencia de internet de alta velocidad en muchas localidades podría provocar dificultades para el acceso al dinero de parte de la población.

 

  • Una gran parte de la población podría ver esto como una reducción de la libertad individual de cada persona, puesto que habría un mayor control respecto a la situación económica personal, además del potencial peligro del posible acceso indeseado a todas nuestras transacciones por parte de otras personas, que podrían saber absolutamente todo lo que hacemos con nuestro dinero.

 

  • Deberían reducirse o desaparecer las comisiones asociadas a algunas transacciones, especialmente las que suponen poco dinero. Debería ser factible poder pagar en el día a día el pan, el periódico o un café con tarjeta.

 

  • Por otra parte, quedaría por resolver uno de las mayores incógnitas, puesto que el paso a una economía completamente electrónica nos haría vulnerables por su propia naturaleza. ¿Qué sucedería si no hay electricidad, o si se cae internet? ¿Y si un ciberataque bloqueara las operaciones durante algunos días?

 

Además de los puntos anteriores, el principal obstáculo a la desaparición del dinero en efectivo reside en la ley. El Tratado de la Unión Europea establece que los billetes y monedas son dinero de curso legal, y tal y como ya confirmó la Comisión Europea en 2010: “como medio de pago de las transacciones deben aceptarse billetes y monedas en euros”.

 

El Banco Central Europeo (BCE) incluso llegó a manifestar en 2019 que veía desproporcionado reducir de 2.500 euros a 1.000 el límite máximo para pagos en efectivo hechos por un profesional o una empresa. Esta medida iba dirigida a controlar la economía sumergida y la lucha contra el blanqueo de capitales. El BCE dictaminó que esta limitación dificultaría la realización de operaciones legítimas utilizando el efectivo como medio de pago, poniendo en peligro el concepto de curso legal.

 

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