Opinión del libro: Seis sombreros para pensar

 

 

A través de este libro, Edward de Bono, el experto en creatividad de mayor renombre mundial, nos detalla lo que le sucede a una persona que se enfrenta a un proceso de toma de decisiones. El método de los seis sombreros trata de reproducir los procesos que tienen lugar en nuestra mente convirtiéndolos en algo sistemático, simplificando el pensamiento.

De este modo se facilitan tanto el cambio de actitud (solicitando un cambio de sombrero) como la coordinación y organización de diferentes puntos de vista, creándose un ambiente para tomar mejores decisiones.

 

Cada uno de los sombreros simboliza una forma específica de pensar, que trata de vislumbrar lo que está por venir. Su uso permite expresar libremente lo que tendemos a censurar y contribuye a limitar ciertas formas de pensar que suelen generar discusiones y confrontaciones.

 

Sombrero blanco

 

Este sombrero tiene que ver con la neutralidad, la información pura (ausencia de color).

Es como una maquina: no tiene emociones, cuando lo utilizamos, esperamos que nos proporciones hechos y cifras, no opiniones o juicios de valor, únicamente se admitirán las opiniones siempre y cuando se planteen como tales: “Pedro piensa que eso no funcionara”, “Felipe odia ese trabajo”.

 

Puesto que la veridicidad de la información aportada es algo difícil de comprobar, el sombrero blanco permite que se plantee toda la información disponible, exigiendo que en cada caso se formule adecuadamente el grado de certeza o de incertidumbre que acompaña a cada hecho.

Lo complicado y a la vez clave de este sombrero es saber moverse dentro de ese espectro, detallando correctamente la probabilidad de cada hecho.

 

En lugar de partir de conclusiones y defenderlas, los hechos son el punto de partida, que permitirán trazar el mapa y elegir la ruta.

 

Generalmente, el pensamiento de sombrero blanco se utiliza al inicio de la reunión, como apertura del ejercicio de pensar que seguirá, y, a lo largo de la reunión, vuelve a acudirse a él para definir la información necesaria que hace falta.

 

Sombrero rojo

 

El sombrero rojo se centra en los aspectos no racionales del pensamiento. A través de él, se genera la oportunidad de expresar las emociones, los sentimientos y las intuiciones sin necesidad de explicarlos o justificarlos.

 

Las emociones siempre están latentes y ejercen una influencia sustancial en la toma de decisiones, por ese motivo este sombrero permite plantearlas tal y como son. Las emociones forman parte del método de pensamiento y no sirve de nada esperar que desaparezcan o que no interfieran con el “pensamiento puro”.

 

Todos los sentimientos son válidos, siempre y cuando sean auténticos. Al usuario del sombrero rojo jamás deben pedírsele justificaciones o argumentos para explicar sus sentimientos, puesto que, el sombrero perdería su eficacia, ya que las personas únicamente expresarían los sentimientos que pudieran explicar y, normalmente, estos no son los que más importancia tienen. El objetivo del sombrero rojo es reflejar las emociones con toda su complejidad.

 

Puesto que los sentimientos son cambiantes, es interesante utilizar el sombrero en distintos momentos de la reunión, porque es posible que lo sucedido a lo largo de la sesión haya ejercido un impacto sobre las emociones de los presentes.

 

Sombrero negro

 

El sombrero de la oscuridad, la prevención y la cautela es, seguramente, el que más utilizamos en la vida cotidiana, el más arraigado en la tradición occidental y el más importante en el pensamiento, puesto que nos ayuda a ser precavidos, nos aleja de los peligros y nos permite sobrevivir.

Cuando algo no encaja en nuestra forma de ser, porque no se ajusta a nuestros recursos, a nuestros valores, a nuestros ideales políticos o a nuestras características personales, el sombrero negro es el espacio para señalarlo.

 

Es el sombrero de la precaución: el que nos aleja de lo ilegal, de lo inútil, de lo peligroso, de lo contaminante y de todas acciones cuyos efectos puedan causarnos un perjuicio. Es el sombrero de la cautela: aquel que nos ayuda a ser precavidos, a evitar peligros y dificultades. Es el sombrero de la prevención: nos protege de malgastar inútilmente el dinero, el tiempo y la energía.

 

Su carácter es lógico, y a diferencia de lo que sucede con el sombrero rojo, el sombrero negro exige razones de peso, es decir, que se sostengan por sí mismas.

 

En las reuniones, la visión de este sombrero puede servir para encauzarla, ya que permite que los participantes corrijan a otros en sus errores.

 

Sombrero amarillo

 

El sombrero amarillo es un sombrero de pensamiento constructivo, con el que se plantean propuestas para propiciar cambios positivos: solucionar un problema, introducir una mejora o aprovechar una oportunidad. Este sombrero se relaciona con la eficacia, con hacer que las cosas sucedan.

 

Es la cara opuesta al sombrero negro, aunque es mucho más difícil de utilizar porque nuestro cerebro tiene incorporado un auto mecanismo de defensa que nos hace evitar los peligros, pero no dispone de un sistema similar que nos haga sensibles hacia el valor de las cosas y las ideas.

 

Normalmente, las personas ven el lado positivo de las ideas cuando sienten que pueden obtener un beneficio de ellas. El interés personal suele ser el motor fundamental del pensamiento positivo. Sin embargo, el sombrero amarillo no requiere tal motivación, el pensador que decide utilizarlo asume una mirada positiva y optimista, aun antes de encontrar algún beneficio en aquello sobre lo que está pensando.

 

Sombrero verde

 

Este sombrero es el crecimiento, la energía, la creatividad. El sombrero verde permite plantear posibilidades: huir de las viejas ideas para encontrar otras mejores, estar abiertos al cambio o tratar de hacer mejor las cosas.

 

El sombrero verde es una invitación a explorar continuamente alternativas, incluso cuando todo parece estar funcionando correctamente. Favorece una actitud creativa permanente, que permite anticiparse a las dificultades, deteniéndose a pensar alternativas, aunque no haya una razón aparente para ello.

 

Podría ser interesante plantear ideas deliberadamente ilógicas y provocativas, que puedan servir de estímulo para activar la creatividad. La excusa del sombrero permite ser provocativo sin necesidad de justificar cada argumento.

 

Para fomentar ese tipo de provocaciones, que nos obligan a salir de los modelos habituales de percepción, hay diferentes estrategias. La inversión, consiste en explicar la forma en que sucede normalmente un hecho y, después, proceder a darle la vuelta: “Los compradores pagan por los artículos que llevan. Invirtamos eso y que sea la tienda quien pague a sus clientes”. Otra es la de usar una palabra seleccionada al azar para pensar ideas nuevas relacionadas con algún tema.

 

Sombrero azul

 

El ultimo sombrero es el sombrero del control, que permite organizar el pensamiento.

En este método, el uso del sombrero azul tiene una función esencial, pues a través de él se definen los propósitos y las pautas del ejercicio, a la vez que se vela por su buen desarrollo. Por este motivo, quien coordina la reunión tiene una función automática de sombrero azul, en la medida en que le corresponde mantener el orden y garantizar que se respete el programa.

 

El pensamiento de sombrero azul representa la capacidad de enfocar, cualidad que diferencia al buen pensador del mediocre.

 

A mayores, el pensamiento de sombrero azul permite diseñar el software para pensar sobre un tema determinado. Ese programa deberá ser diferente según la situación; no es lo mismo planificar un programa de negociación que uno de toma de decisiones.

 

El facilitador de la reunión será el único habilitado para autorizar un cambio de sombrero, y al hacerlo puede solicitar dos usos diferentes. El primero es un uso individual, a través del cual le solicita a una persona en particular que exprese su visión con un determinado sombrero. El segundo es un uso en secuencia, mediante el cual se genera un espacio de tiempo para que todos se pongan un determinado sombrero y expresen libremente sus pensamientos; después se pasa a otro sombrero y se repite de manera secuencial el ejercicio.

 

Existen una serie de recomendaciones para programar una reunión de pensamiento con el método de los seis sombreros:

 

  1. Fijar un sombrero azul al inicio y otro al final de la discusión.

 

  1. Si el tema provoca sentimientos intensos y despierta emociones fuertes, sería conveniente seguir con un sombrero rojo.

 

  1. A continuación, se podría pasar a uno blanco, poniendo de manifiesto toda la información relevante de la que se dispone.

 

  1. Después, se puede aplicar el amarillo, para que los participantes planteen sugerencias y proposiciones, y se puede ir intercalando con el azul, para la formulación de preguntas.

 

  1. A continuación, el sombrero verde puede contribuir a llenar esos vacíos, generando algunos conceptos novedosos.

 

  1. De nuevo el sombrero azul serviría para organizar los conceptos que hayan surgido en una lista más formal para clasificarlos según algún criterio.

 

  1. Tras esto se podrían alternar los sombreros blanco, amarillo y verde, con el fin de desarrollar cada propuesta y de ir dándoles a todas una valoración positiva.

 

  1. Llega el turno del sombrero negro, que serviría a modo de chequeo. Se estudiaría que alternativas son imposibles o inservibles, y definir las debilidades de las demás.

 

  1. Le seguirían nuevas rondas de sombreros amarillo y verde que contribuirían a superar esas dificultades, corrigiendo errores, eliminando debilidades y solucionando problemas.

 

  1. Una ronda de sombrero azul, en la que se organice todo lo que se ha conseguido y se proponga una estrategia para elegir el camino a seguir.

 

  1. A continuación, resultaría adecuado un sombrero rojo, que permita a los pensadores expresar sus sentimientos sobre las opciones disponibles.

 

  1. Finalmente, una mezcla de sombreros amarillo y negro puede llevar a seleccionar la alternativa final que mejor se adapte a las necesidades.

 

  1. Un último sombrero azul ayudaría a pensar la forma de ponerla en práctica, a realizar el resumen final de la reunión y a preparar el respectivo informe.

 

 

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